viernes, 6 de julio de 2012

El orbe en llamas


                Llevaban días encerrados en el estudio del mago. Sin ningún contacto con el exterior. Estaban trabajando con el artefacto de Keldros, con la esperanza de encontrar una respuesta coherente para aquel extraño suceso. Los libros se sucedían apilados en el suelo, de manera desordenada, incapaces de dar una solución. Dereth sostenía entre manos un pesado tomo que leía rápidamente, con suma atención, causando estragos en sus ya enrojecidos ojos. Keldros volteaba los aros de aquél artilugio, probando combinaciones que no daban resultado. Sus manos temblaban y de vez en cuando, sufría alguna convulsión provocada por la carencia de descanso.

                Taileena sabía del trabajo de ambos, pero no podía hacer nada por ayudarles. Estaban encerrados, y con sus escasos conocimientos, apenas podría hacer nada para ayudarles, si acaso recogiendo los libros tendidos en el suelo. La frustración que le producía el hecho de no poder hacer nada y ser consciente de ello invadía su mente.

                La bola cayó al suelo. Había vuelto a fallar. Sabía que debía mejorar su concentración, pero con aquellos pensamientos en mente, le resultaba imposible. De hecho, le costaba más concentrarse que de costumbre. Suspiró.

                -Lo mejor que podría hacer es entrenarme, no desperdiciar el tiempo. Y soy incapaz.- Miró hacia la torre, en dirección a la ventana del estudio de Keldros. –Espero que el maestro no me haya visto.- pensó en voz alta, dándose cuenta instantes después de que su maestro estaba suficientemente ocupado como para perder el tiempo en ver cómo fracasa su alumna un hechizo sencillo. Pensando esto, Taileena frunció el ceño, y alzó la bola una vez más, dispuesta a hacerlo mejor que nunca.

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                Dereth cerró el libro súbitamente, provocando que Keldros diese un respingo y girase su cabeza hacia él. El mago estaba demacrado, con continuos temblores, y una expresión apesadumbrada.

                -No hay nada. Ni rastro. No he encontrado nada que pueda darnos una mínima referencia sobre el eclipse. No sé qué más hacer.

                Keldros suspiró.

                -Yo tampoco encuentro nada aquí. Pero ahora al menos estoy convencido de que no se trata de un fenómeno natural. Si fuese así, lo habría encontrado hace mucho. He revisado una y otra vez, y nada. Ni rastro. Estoy seguro de que no estoy equivocado.- el mago dio un respingo, y se dio la vuelta para mirar su artefacto, con profunda tristeza. –Nada… Absolutamente nada.

                -¿Qué podemos hacer? Creo que no queda nada en la torre que nos pueda desvelar algo.

                -En tal caso viajaremos, amigo mío. Sé de alguien que es posible que tenga alguna teoría, alguna hipótesis que nos replantee el problema. Quizás un nuevo enfoque nos ayude a encaminarnos en la dirección acertada.

                Dereth alzó la ceja e inclinó la cabeza, con curiosidad. Poco después abrió los ojos de par en par, consciente de a quién se refería el mago.

                -Kel… ¿Hablas del Duque, no es así?

                -Exacto. Creo que no conozco a nadie que nos pueda aportar algo mejor que él. Además, hace tiempo que no le veo…

                -Precisamente por eso… ¿Estás seguro de que nos recibirá?

                -Completamente.- Sonrió el mago. –Y si no, iremos a verle de todos modos… Dile a la niña que se prepare para un viaje. Que coja el equipaje necesario, porque dejamos la torre. Al menos una temporada.

                -Bien. Desde que la trajimos, no ha salido de aquí, si mal no recuerdo. Con lo entusiasta que es, en un rato estará preparada para irse.

                -Si, si, pero… Durmamos primero, Dereth. Marcharemos mañana. No puedo viajar así.

                El elfo asintió, se dio la vuelta y salió de la estancia, en pos de la joven ninfa.


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                Al salir de la torre, Dereth vio a Taileena y se quedó contemplando el espectáculo. La joven sostenía el orbe de hierro a cierta distancia. El orbe flotaba en perfecto equilibrio, envuelto en llamas. Después de días intentando perfeccionar su magia, su concentración, por fin lo había conseguido. El semielfo aplaudió, y en ese momento, la bola cayó pesadamente al suelo, prendiendo fuego a la hierba. Con un rápido gesto, Dereth extinguió el fuego.

                -¡Qué susto me has dado!- Dijo Taileena, cruzándose de brazos mientras miraba al semielfo con cierto enojo.

                -Lo siento pequeña.- respondió Dereth mientras se frotaba la cabeza. –Pero es que lo habías hecho tan bien… Aun así, tienes que mejorar la concentración más para que eso no ocurra. Aunque haya algún imprevisto, tienes que ser capaz de mantener tus conjuros.

                -Lo intento… Supongo que con tiempo y esfuerzo lo conseguiré.

                -No me cabe duda. En fin, vengo a comunicarte algo. Tienes que preparar el equipaje, coge lo necesario. Nos vamos a ir a la ciudad de Eriazin, a visitar al Duque.

                La joven ninfa comenzó a pegar saltos, a correr en círculos por el lugar y a agitar los brazos eufóricamente. Su risa inundaba todo el lugar, y su sonrisa brillaba, hasta el punto en que Dereth se olvidó del motivo del viaje por unos instantes.

                -Me alegro de ver que te hace tanta ilusión. Pero marcharemos mañana, Kel y yo estamos agotados. Llevamos días sin dormir.

                Taileena asintió.

                -Entonces… ¡Que descanses! ¡Mañana nos vemos!

                Dicho esto, corrió hacia la torre a preparar sus pertenencias para el viaje, dejando a Dereth fuera, mientras la miraba con una sonrisa nostálgica en la cara.

martes, 8 de mayo de 2012

Red


                La gente a su alrededor estaba aterrorizada. No paraban de hablar,de teorizar acerca de qué estaba ocurriendo mientras miraban al cielo, buscando la gran sombra que lo había cruzado volando.

                Un dragón. Hacía siglos que no había sido avistado un dragón. Existían varias teorías al respecto. La más extendida decía que se habían extinguido. Algunos profundizaban en ésta, diciendo que la extinción había sido causada por las razas humanoides y su constante lucha contra las criaturas. Otros pensaban que estaban escondidos, recuperándose de la incesante caza. También había quien decía que sí, estaban escondidos, aterrorizados, y que darían cuentas a quien se atreviese a seguirles a sus cuevas. Meras especulaciones, sobre las cuales divagaba el grupo de personas reunidas allí.

                Él pensaba de un modo diferente. Los dragones emigraron al sur, al archipiélago de Dorkan, debido al continuo hostigamiento por parte de las razas humanoides, buscando poder vivir tranquilamente. El hecho de que hubiera venido volando desde esa dirección le hacía pensar que podía tener razón, pero no podía confirmarlo.

                Aquel dragón que hacía escasos minutos había sobrevolado Leinhar hacía que todas las teorías tuviesen algo en común: los dragones habían vuelto. Por lo menos, uno de ellos, especialmente grande. Su imagen había quedado grabada en su mente. Pero, de algún modo, no evocaba lo mismo que al resto de los presentes. Las miradas y las preguntas se habían centrado en Laszlo, quien no era capaz de entregar respuestas claras. Teorizaba, y probablemente no estuviese muy equivocado. Pero se quedaba en eso: teorías. Al fin y al cabo, no comprendía lo que pasaba. Nadie lo hacía. Pero era el único que aportaba un tenue rayo de luz sobre lo ocurrido.

                - Sea como sea, el dragón se dirigía al haz de luz, y no creo que eso sea coincidencia alguna. El hecho de que dos acontecimientos anómalos ocurran simultáneamente me hace pensar que estén relacionados. No sabría decir cómo, no obstante. No estoy seguro de si la columna luminosa implicó la llegada del dragón, o de si fue éste quien la invocó. Del primer modo, podría tratarse de un fenómeno natural, aunque único, pero del segundo implicaría que el acontecimiento ha sido provocado. Cabría un tercero, que significaría que el haz de luz ha sido creado por otro, siendo artificial igualmente, y sirviendo de baliza para el dragón. O bien fue creada con otro fin, pero atrajo al dragón finalmente. Con lo que sabemos, no podemos concretar nada. Simplemente no creo que sea una casualidad.

                Red observaba al mago, y pensó que sus observaciones eran bastante claras y concisas, teniendo en cuenta que lo único que sabían era que un dragón había cruzado volando el cielo. Se preguntaba si coincidirían en que los dragones no se extinguieron, sino que emigraron al sur.

                - Al menos hay algo claro: lo que hemos visto era un dragón, y todos coincidimos en eso. Pero… ¿por qué volvería un dragón aquí? Fueron perseguidos durante siglos. ¿Se habrán preparado para vengarse?- Dijo Daewynn.

                - Esperemos que no. De lo contrario, es una gran amenaza. Dicen que eran criaturas de gran poder, y que para poder enfrentarse a algunos de ellos, hacían falta ejércitos enteros.- Dijo Ionak, visiblemente nervioso.

                - Las historias que se cuentan son solamente cuentos para que los niños se fuesen a dormir. No me creo que sean tan poderosos.

                - Muchacha, no sé si son ciertas o no las leyendas. Yo no estuve allí. Pero es lo que se dice. De todos modos, aunque fuesen exageradas, deben de ser criaturas muy poderosas.

                Daewynn se quitó la capucha, confirmando lo que Red ya sospechaba. Se trataba de una joven elfa oscura, si bien no esperaba unos rasgos tan delicados y finos, teniendo en cuenta su voz. Sus ojos eran de color rojo intenso, y su pelo, una melena corta gris con brillos plateados, contrastaba con su tez gris oscura. Unas orejas puntiagudas asomaban entre el pelo.

                - Sea como sea, no pintamos nada aquí divagando sobre lo que era o dejaba de ser. Habría que informar de lo que hemos visto hoy aquí al duque, aunque supongo que ya lo habrá visto. Pero de todos modos, hay que comunicárselo y pedirle consejo. Quizás él sepa qué debemos hacer. O qué ha ocurrido.- Dijo la elfa, volviéndose a mirar a los presentes.

                - Buena observación. Me encargaré yo mismo de hacerle llegar al duque lo ocurrido hoy aquí. Si es cierto que quizás él sepa algo más, me vendrá bien contar con su punto de vista. Me gustaría poder hablar con él.
               
                -Iré contigo, mago.- Dijo Daewynn.- Yo debo hablar con el duque. Si quieres no tienes por qué venir, al fin y al cabo, eres ajeno al pueblo.

                -Iré de todos modos. Necesito saber qué está ocurriendo. Si él puede arrojar algo de luz al asunto, estaré más que encantado de poder hablar con él.

                - Bien pues, deberíais prepararos para el viaje, muchachos.- Dijo el enano.- Me gustaría ir, pero me temo que no puedo cerrar la posada. Os ayudaré a preparar lo necesario, y os daré comida y bebida para el camino.

                Todos volvieron la vista al cielo de nuevo. Parecía como si realmente no hubiese ocurrido nada y hubiesen despertado de un sueño. Entre los presentes, muchos dudaban de lo ocurrido. Debía haber sido una alucinación. De todos modos, los jóvenes irían a informar al duque.

                Red estaba seguro de que no había sido una alucinación. Había sido demasiado real. En sus ojos, seguía grabada la imagen del dragón. De sus ojos, observándolos desde la lejanía. Su cuerpo sintió una oleada súbita de calor, y se estremeció. No había abierto la boca durante todo el acontecimiento, y aún así, la sentía seca. El dragón le había mirado, estaba convencido de que le había mirado. A él, a un pequeño reptil, rodeado de gente.

                Había muchas teorías acerca de por qué hacía siglos que no se veía ningún dragón. Algunas estaban equivocadas. Otras sencillamente eran absurdas. Pero algo estaba claro: los dragones seguían existiendo, y habían vuelto.

martes, 17 de abril de 2012

Eclipse


                - ¡Qué bien he dormido!- Laszlo se incorporó en la cama, desperezándose con un amplio estiramiento, al tiempo que bostezaba.- La verdad es que esta posada es un auténtico lujo. Y a buen precio. Tenemos que volver algún día, ¿eh, Red?

                El familiar respondió con un siseo. Estaba nervioso, mucho más de lo que era habitual en él. Daba vueltas por la mesilla de noche, incansable, apremiando a Laszlo. Éste le miró con cara de preocupación.

                - ¿Qué ocurre?- El joven mago se levantó rápidamente, poniéndose sus botas y su capa. Oía voces en el piso inferior, alborotadas, sin parecer que se tratase de ninguna trifulca. Extendió la mano hacia la mesilla para que su pequeño acompañante subiese a su cuerpo, y salió rápidamente por la puerta, en dirección al piso inferior.

                No había nadie en la estancia principal de la posada. Las voces provenían del exterior. La potente voz del regente del local destacaba entre las otras. La puerta que daba al exterior estaba abierta de par en par, pero no entraba luz alguna por ella. Laszlo se dirigió hacia la puerta para salir al exterior, y la visión que tuvo al hallarse fuera fue sobrecogedora.
               
                En lo alto del oscurecido cielo se hallaba un anillo ardiente, como único rastro del sol eclipsado. Una leve luz rojiza bañaba la escena, proveniente de una columna de luz potente que se alzaba en la distancia, hacia el norte. Una sombra alada surcaba el cielo en dirección al haz de luz y se perdía tras el monte Aephos. Un grupo de personas se había reunido cerca de la posada, entre los que estaban tanto los ocupantes de la misma como algunos habitantes del pueblo. El enano gritó:

                - ¡Por los cuernos de Madorek! ¿¡Eso era un dragón!?

                - Eso parece Ionak. Es impresionante…- Respondió la persona encapuchada que había la noche anterior en la posada. Su voz, si bien era dura, era femenina.
               
                - ¿Y qué demonios es esa columna de luz hacia la que se dirige? ¿¡Y el eclipse!?

                - Creo que el eclipse no es natural. Al menos no teníamos ni idea de que se fuese a producir. Y eso que consultamos antes de iniciar cada viaje a un erudito para que nos confirmase el tiempo que iba a hacer.- Dijo uno de los mercaderes que se alojaban en la posada.

                - No creo que mucha gente pueda predecir un fenómeno así, pero de todos modos, tampoco creo que sea natural. El pilar de luz al menos, no puede serlo. Y no creo que sea una coincidencia.

                Los presentes volvieron sus miradas hacia Laszlo tras oír su comentario. Bajo la capucha de la desconocida, un ojo rojo emitió un fulgor intenso.

                - ¡Ah, eres tú muchacho! ¿Has visto ese dragón? Bueno, y todo lo que está ocurriendo… Jamás había visto nada igual. ¡Y créeme muchacho, he visto muchas cosas!

                - ¿De dónde creéis que sale esa columna luminosa?- Preguntó uno de los mercaderes.

                - Con el monte Aephos es difícil decirlo. No nos permite ver la base. Pero diría que lejos. Aunque el dragón ha pasado bastante cerca… - Respondió uno de los habitantes de Leinhar.

                - ¡No tiene que ver! Al menos no se ha fijado en nosotros. Podría habernos ocasionado problemas.- Respondió Ionak.

                - Tengo la impresión de que no le importamos lo más mínimo. Estaba de paso.- Respondió la encapuchada, mirando al cielo para después volver a mirar al joven mago.- ¿Qué opinas?

                - Pues… Por una parte me gustaría creer que se trata de un fenómeno provocado, de origen mágico. Pero por otro lado, soy incapaz de imaginar una fuente de energía tan poderosa como para permitir a alguien hacer esto. Y el hecho de que un dragón se dirija hacia allí me hace dudar más aun. No sé… no lo sé.- La mirada de la desconocida seguía clavada en él, atrayendo el resto de las miradas hacia él.

                - Daewynn, no creo que el muchacho pueda comprender tampoco qué está ocurriendo.- dijo Ionak, volviéndose hacia la muchacha.- No le pongas más nervioso.

                - Es un mago, Ionak. Me cuesta creer que no te hayas dado cuenta.
               
                - Lo sé, pero tal vez no comprenda mejor que nosotros lo que está ocurriendo.

                Todos los presentes volvieron la mirada hacia el cielo. El anillo de fuego que era el sol emitió un fulgor potente. El haz de luz se disipó, y la luna comenzó a abrir camino de nuevo a la luz solar. Al cabo de unos minutos, del excepcional fenómeno tan sólo quedaba el color rojizo del cielo y el recuerdo grabado en la mente de los que presenciaron aquel acontecimiento. Red todavía mantenía un leve destello rojizo en los ojos, mientras observaba el punto en el que el dragón desapareció de su vista, tras el gran Aephos.

lunes, 2 de abril de 2012

Anochecer


                Mientras Dereth y Keldros conversaban en los aposentos del mago, en el exterior de la torre Taileena practicaba su hechicería. A cierta distancia, una pequeña esfera de hierro descansaba sobre un mellado tocón, que habría sido un gran árbol en medio del claro en sus días. Cerró los ojos y respiró con calma, preparándose para comprobar su propia habilidad. Al abrir los ojos, se clavaron sobre la esfera. Extendió sus manos hacia delante, dejando que los dedos de una de sus manos, completamente abierta, apuntaran al cielo. Con la otra mano comenzó a realizar movimientos oscilantes, de abajo hacia arriba, moviendo los dedos, justo sobre la mano abierta. La esfera comenzó a vibrar, y lentamente comenzó a elevarse sobre el tocón. Tras haberla levantado unos metros, Taileena sonrió, y cesó el movimiento de la mano, manteniendo la otra mano abierta, sosteniendo la bola. Ésta se tambaleó ligeramente, pero se mantuvo flotando en el aire. Con la mano libre, hizo un arco hacia atrás, para extenderla bruscamente hacia delante. De las puntas de sus dedos salió un rayo que recorrió en un destello la distancia entre la joven y la bola, impactando en ésta con fuerza. La esfera metálica vibró con fuerza, para luego caer pesadamente al suelo. Taileena torció el gesto.
 
                - Maldición. No he sido capaz de sostenerla. Tengo que practicar mucho más.
 
                - Pero no ha estado nada mal. Simplemente te falla la concentración.
 
                Dereth la observaba a pocos metros. Tenía los brazos cruzados, pero una amplia sonrisa cruzaba su rostro.
 
                - No entiendo por qué. En mi mente sólo existía la bola. ¿Cómo es posible que no me concentre?
 
                - Eso no es del todo cierto. Estabas concentrada en la bola, pero al combinar los hechizos la duda surgió en tus pensamientos. La posibilidad de fallo estaba en tu mente, y la incertidumbre te hizo vacilar. Deberías confiar más en tus habilidades, pequeña. Eres más que capaz de hacerlo bien.
 
                Taileena sonrió. El semielfo siempre la confortaba. Observó cómo Dereth se acercaba hacia ella, extendiendo los brazos. Con la mano derecha, alzó la esfera en vuelo, levantándola a varios metros del suelo.  La otra mano, que permanecía cerrada, se abrió y se extendió hacia el frente, liberando un poderoso rayo que impactó con fuerza en la bola, haciéndola girar rápidamente, mientras seguía flotando. Con calma, dejó bajar la bola lentamente, posándola sobre el viejo tocón. Los ojos de la ninfa brillaban con admiración. Dereth se volvió hacia ella, sonriendo.
 
                - Te falta controlar la concentración, por lo demás, ya casi consigues hacerlo. Recuerda que debes de tener el control de los elementos, no adaptarte a ellos.
 
                - Lo recordaré.- Dijo la ninfa.- Por cierto, gracias por defenderme ante el maestro antes… Por cierto, ¿no estábais hablando?
 
                - Ha ido a buscar ciertas cosas por la torre… No sabe dónde puede haberlas metido. Así que mientras las busca, puedo estar libre. Y no te he defendido, no era necesario. Kel te tiene mucho más aprecio del que crees. Simplemente se frustra de vez en cuando con tu torpeza. Y es que tienes unas garras…
 
                Taileena se cruzó de brazos y frunció el ceño, dándose media vuelta para darle la espalda al semielfo.
 
                - Era broma, pequeña. Pero si que eres un poco torpe con el material de Kel. Aun así, te digo que no se enfada contigo. Pero ten cuidado y no le rompas más cosas, que al pobre le cuesta conseguir algunas. Además, se preocupa porque te hagas daño, más que por que le rompas el material.
 
                - Lo sé…
 
                - Dereth, ya lo he encontrado. ¿Puedes venir a echarlo un ojo?- La voz de Keldros venía de la puerta de la torre, desde donde miraba a su amigo y a su joven alumna.
 
                - Claro, ya voy.- Dereth se giró para mirar a Taileena.- Voy a ver si resolvemos un pequeño asunto. Te dejo practicando. Ánimo con ello.
 
                - Gracias, luego te veo.- Dijo la ninfa mientras su amigo se daba la vuelta y comenzaba a caminar hacia la torre.

-•-

                - De modo que se trata de esto…
 
                Dereth observaba el artilugio que su amigo había traído a la sala. Se trataba de un mecanismo que constaba de diversos aros, que giraban y rotaban sobre sí mismos, recorridos por pequeñas esferas, que describían trayectorias variadas. No era completamente mágico, si no que parecía constar de un mecanismo que realizaba las funciones de movimientos del artefacto.
 
                - Así es. Lo encontré hace poco. ¿Qué te parece?
 
                - Me parece que has encontrado un juguete interesante con el que pasar el rato.
 
                Keldros frunció el ceño.
 
                - No es un juguete. Este artefacto muestra los movimientos de los astros. Puedes ver incluso cómo se mueve nuestro mundo, en relación con otros planetas o astros. Es una maravilla.
 
                - ¿Desde cuándo observas los astros, Kel?
 
                - Desde siempre, pero nunca con tanta precisión como ahora. Con esto, puedo estudiarlos en profundidad. Créeme, es algo fascinante. Quizás así pueda relacionar la magia con el propio universo y su movimiento.
 
                - Lo dicho, un juguete interesante. Te lo vas a pasar en grande con esto.
 
                - Supongo. Ya sabes que cualquier cosa de la que pueda obtener conocimientos es de mi agrado.

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                Taileena se sentó sobre la fresca hierba del suelo, jugando a hacer levitar la bola describiendo círculos, agotada tras tanto tiempo practicando. La bola se oscilaba ligeramente, pero ya tenía un mayor control de su movimiento, y conseguía que flotase de forma parcialmente estable. El apoyo de Dereth la había animado a practicar con ahínco, y las horas de esfuerzo habían dado sus frutos. Sonriendo, dejó bajar la bola hasta el suelo, a su lado, y de tumbó a contemplar el cielo. Había sido un día muy luminoso, pero estaba oscureciendo rápidamente. Demasiado. El sol debía estar alto en el cielo, ya que pasaba poco tiempo desde mediodía. Al mirar hacia el sol, descubrió que un cuerpo redondo estaba comenzando a taparlo. Éste avanzó rápidamente, hasta que del sol tan sólo quedaba el rastro de un anillo de luz alrededor de la sombra que lo había tapado. Extrañada por este desconocido acontecimiento, se levantó y observó la lejanía, hacia el este. Un pilar de luz roja intensa se veía en la distancia.

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                - ¿Qué ocurre? ¿Cómo es que oscurece tan pronto?.- Dijo Dereth, dirigiéndose a su amigo. El estudio del artefacto les había dejado absortos, y habían perdido la noción del tiempo.- ¿Ya es de noche? No hemos estado tanto tiempo observando el aparato…
 
                Keldros se asomó a la ventana de la sala, observando la situación con seriedad.
 
                - Es un eclipse.- Dijo, girándose para observar de nuevo el artefacto.- Es curioso, porque no lo había previsto. Y el artefacto lo refleja, pero ha tenido que describir un movimiento inusual.- Volvió a mirar por la ventana, observando ahora la columna de luz en la que antes no había reparado, con el rostro en blanco.
 
                - ¿Qué te pasa Kel?
 
                -¡¡Taileena, regresa a la torre!!- Gritó el mago, y luego se giró hacia su compañero.- Mira eso. Ese pilar de luz. El eclipse no es casual.
 
                Dereth se asomó a la ventana y contempló atónito la escena. Pudo ver como Taileena, confusa, corría hacia la torre. En el cielo, una espectral columna roja atravesaba el horizonte. Una oscura silueta surcaba el ensombrecido cielo, dirigiéndose hacia la luz.